jueves, 20 de junio de 2013

Miguel Cabrera, 10 años después

El aragüeño irrumpió en las mayores hace una década, con un jonrón para ganar un juego. Ahora, después de una Triple Corona, va camino a su segunda. El slugger de los Tigres de Detroit recuerda su inolvidable debut y confiesa que rechaza la idea de ser el mejor bateador del béisbol.
Miguel Cabrera era un súper prospecto de los Marlins de Florida en 2003. Con el Carolina Mudcats, sucursal Doble A de los peces, promediaba .365, con 10 cuadrangulares y 59 remolcadas en 69 compromisos, incluyendo uno que no pudo terminar ese 19 de junio.
“Recuerdo cuando me sacaron del juego. No sabía qué era lo que estaba pasando, pero después el mánager (Tracy Woodson) se me acercó y me dijo que iba a abrir al siguiente día en Grandes Ligas. Me sorprendió eso, porque no esperaba que me llamaran tan pronto”, señaló Cabrera, a través del hilo telefónico, desde Detroit. “Fue un grata sorpresa y fue un día que nunca voy a olvidar”.
Un día como hoy, hace una década, el aragüeño fue alineado como octavo bate y left field de un equipo que estaba en el cuarto lugar de la División Este de la Liga Nacional, con récord de 35-39, a 13 juegos de los Bravos de Atlanta.
Como era de esperar, para un joven que en ese entonces tenía 20 años, tenía una sensación de nervios y ansiedad, que confiesa aún no haber perdido.
“Uno lo sigue sintiendo todavía. Creo que eso es una gran parte del juego y uno tiene que aprender a controlar ese tipo de cosas”, dijo. “Cuando uno pisa el campo de juego, pareciera que a uno se le olvidan esas cosas, el nervio, la adrenalina, y es una sensación buena cuando sales al terreno a hacer el trabajo”.
Su primer turno en las mayores llegó en el tercer inning ante Rob
Bell, abridor de las Mantarrayas de Tampa Bay. Le dio la bienvenida con ponche.  Dos entradas más tarde, lo dominó con elevado por la derecha.
El relevista Jesús Colomé lo enfrentó en el séptimo acto, cuando lo obligó a batear para un doble play por la inicial.
En el noveno, ante Travis Harper, no pudo evitar que el juego siguiera 1-1 para ir a extrainnings tras fallar con un rolling por el lanzador.
“Solamente quería conectar mi primer hit, quería ayudar al equipo a ganar y no estaba agarrando la misma sensación (en el home). Quería hacer más de lo que estaba haciendo y las cosas no me estaban saliendo bien”, admitió. “Pero al final del juego, ya en extrainnings, me pude relajar más y producir para ganar el partido, que era lo más importante”.
El derecho Al Levine fue la víctima de su primer hit, un jonrón para dejar en el terreno a Tampa Bay que llegó después de un doble de Alex González.
“Recuerdo que Alex dio hit, pensaba que iba a tocar la bola y me dieron luz libre para batear”, contó. “Me tiraron recta y la pude conectar bien”.
El batazo, que desapareció por el center field,
recorrió 419 pies en el Sun Life Stadium, iniciando de gran manera el resurgir de los Marlins, que encontraron en el criollo al jardinero izquierdo productivo que necesitaban, tras el fracaso de Todd Hollandsworth (.251), Brian Banks (.227) y Chad Allen (.208).
“Después de eso creo que pudimos jugar mejor y pudimos alcanzar hasta la Serie Mundial”, señaló el ahora slugger de los Tigres de Detroit, quien vivió la clasificación de los Marlins como wild card y su posterior coronación ante los Yankees de Nueva York.
Cabrera asegura que desde ese momento no se generaba mayores expectativas propias. 
“Nunca he esperado nada. Siempre he tratado de ir año tras año, de ir juego a juego”, soltó. “Pienso que eso es lo que me ha ayudado a concentrarme en las cosas que he podido hacer. Nunca he pensado en números personales, siempre he pensado en que al pelotero lo van a reconocer por ganar campeonatos”.
Y a pesar de ser el único Triple Coronado en los últimos 45 años y de estar en camino a una segunda gesta consecutiva, algo jamás alcanzado en las mayores, rechaza la idea de ser considerado, 10 años después de su estreno, como el mejor bateador del béisbol.
“Yo no lo veo así. Son comentarios, cosas que la gente dice, pero nunca he visto eso así. Nadie es mejor que nadie”, enfatizó. “Pienso que cada quien tiene su habilidad y por eso juegas en Grandes Ligas”. 
“Siempre trato de enfocarme en el trabajo que puedo hacer, pensar en
el día a día, y ya las cosas que han pasado, han pasado”, agregó. “Le doy las gracias a Dios por todas esas cosas buenas que me han pasado en la pelota y bueno, a seguir trabajando para cosechar más triunfos para los Tigres de Detroit”.
Y, de mantenerse saludable, en la próxima década podría seguir sumando logros a  una carrera que se encamina a terminar en Cooperstown.

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