“Ya se cumplen 15 años del ataque terrorista a las Torres Gemelas, aquí en Nueva York. Por eso fuimos hace unos días, David Wright y yo, a una estación de bomberos en Manhattan, porque fue uno de los departamentos que más hombres perdió.
Cuando eso pasó, en 2001, estaba con los Mets de Nueva York y habíamos aterrizado en Pittsburgh, y cuando recibo la llamada de mi familia y me dicen lo que estaba pasando, pensaba que se estaba acabando el mundo. Fue uno de los ataques más duros a nivel mundial, por la cantidad de personas que murió, de gente inocente que murió y de la manera que lo hicieron. Fue algo por lo que todo el mundo estaba en shock. Todos estaban sorprendidos con lo que pasó.
Cuando mi familia me llama y me dice que están acabando con Nueva York, yo me asusto, porque eso estaba pasando en la Zona Cero, pero podían pasar muchas cosas. A nosotros inmediatamente nos sacaron del hotel donde estábamos, en Pittsburgh, porque estaba detrás de un edificio federal, y todo lo que estaba cerca de algo federal lo mandaron a evacuar, por lo del avión que iba hacia el Pentágono, o el que iba hacia la Casa Blanca, y eso fue un terror completamente. Ver que gente perdió a familiares, la gente que se lanzaba de los edificios, bomberos y policías que iban subiendo y el edificio colapsó y nunca se supo de ellos. Fue desastroso todo eso.
Cuando regresamos a Nueva York, nos vinimos en autobús desde Pittsburgh, porque en ese momento cancelaron todos los vuelos, los aeropuertos estaban cerrados. Fue un colapso total. Fueron siete, ocho horas rodando, y cuando íbamos entrando por el puente George Washington, eso fue increíble, porque tú veías el humo saliendo todavía de la Zona Cero. Veías el humo y lo que podías percibir era tristeza, desilusión. Mucha tristeza.
Cuando llegamos nos preguntaron si podíamos colaborar con
ayuda y el centro de acopio fue el Shea Stadium. Preguntaron si alguno quería ir a colaborar en la Zona Cero o algunos querían quedarse descargando los camiones, y yo me quedé en el estadio. ¡Qué va! No quería ir para esos lados. Esa fue una de las cosas que los Mets siempre hicieron. Desde ese momento hasta ahora han estado ayudando a los bomberos y a todos esos departamentos, y uno forma parte de eso.
Con ese ataque lo que sembraron en todo el mundo fue el terror. Todo el mundo estaba en pánico. Después que sucedió eso yo no quería ni salir. Solo quería estar en la casa, como escondido. Imagínate que después teníamos que viajar, y cuando nos montamos en el avión estábamos todos asustados, a pesar que los que estábamos a bordo éramos puros jugadores. Son cosas que te marcan para siempre. A mí me marcó, porque conocía a muchos amigos aquí que perdieron a familiares, a conocidos. Eso fue increíble. Eso fue duro. Fue tanto que nosotros pensábamos que se había cancelado la temporada de Grandes Ligas, que no iba a haber más béisbol. Todo el mundo estaba preparado para eso, pero después que el presidente George Bush habló y dijo que América tenía que seguir fue que nos dieron las gorras y la indumentaria de los diferentes cuerpos oficiales, de bomberos, y fue una motivación, pero todavía teníamos tristeza.
Cuando volvimos al estadio, el 21 de septiembre, todavía se
veía la tristeza, el dolor de la gente, pero los policías y los bomberos nos motivaron a nosotros. Cuando empezamos la práctica sólo había depresión, tristeza, pero cuando los fanáticos empezaron a llegar, se prendió el ambiente en el estadio, se motivó mucho, porque empezaron a cantar, a gritar ‘Let’s Go Mets’, ‘U.S.A’. Todo eso fue una motivación.
Recuerdo que yo agarré una base por bola con el juego, abajo por una carrera ante Atlanta, y Mike Piazza la sacó. Pensé que ese estadio se iba a caer. La gente empezó a brincar y eso se movía.
Eso fue un acontecimiento del que la gente no deja de hablar; muchachos que eran recién nacidos y ahora tienen 15 años comentan eso, e inclusive mucha gente iba a la Zona Cero a ver los monumentos. Obviamente todo eso ha hecho que la seguridad aumente aquí en Nueva York, pero todavía muchos están con las secuelas de lo que pasó, especialmente los departamentos de bomberos, la policía, la gente de primeros auxilios que tuvo muchas pérdidas. Es un evento que la gente todavía recuerda, obviamente confiando en que no vuelva a suceder, y por eso se toman las precauciones. Ahora que visité a los bomberos, ellos tienen un monumento allí de las personas que perdieron la vida, porque no es fácil para los neoyorquinos olvidar lo que pasó”.
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