Luis Aparicio Ortega,
quien cumpliría en agosto pasado sus 100 años, fue el primer gran campocorto del béisbol
venezolano. Su influencia se ha transmitido de generación en generación y este
año la Lvbp celebrará el campeonato 2012-2013 en su honor. Su propio hijo, inmortal de Cooperstown, lo
considera el mejor de todos.
Luis Aparicio Ortega nunca
llegó a enseñar su calidad en un terreno de Grandes Ligas. Sus problemas de
salud, principalmente por hernias, le hicieron perder esa oportunidad, pero su
influencia sí ha estado presente, de generación en generación, pasando desde
Alfonso “Chico” Carrasquel hasta el propio Elvis Andrus.
“El Grande”, hijo de
Leonidas y Adelina, nació en Maracaibo el 28 de agosto de 1912 y desde temprano
demostró sus dotes de atleta. Fue jugador de fútbol con el Ayacucho y
con el Guaraní, en la Primera División de Maracaibo, donde jugó al lado de otro
destacado atleta, José Encarnación “Pachencho” Romero.
“Papá, el viejo
Luis y su hermano Ernesto jugaban juntos”, recordó
Rafael Romero, sobrino de Herminia Montiel, esposa de
Aparicio Ortega. “El viejo era rápido. Después que
terminaban, Luisito y yo jugábamos caimaneras”.
“Luisito”, su hijo mayor,
siguió sus pasos en el béisbol y terminó en el Salón de la Fama de Cooperstown.
Sus otros vástagos fueron Carlos, Adelina, María Concepción, Higdalia y Rafael.
“Papá jugaba fútbol, como delantero.
Vivíamos cerca de La Ciega y él me llevaba siempre de la mano”, contó Aparicio Montiel. “Por eso lo primero que yo jugué fue
fútbol”.
Aparicio Ortega también llegó a
demostrar sus dotes con el balón en Caracas, con el equipo Dos Caminos, pero
terminó dedicándose por completo al béisbol cuando jugaba para el Lucana, en
1931, cuando fue contratado para actuar en el torneo de Primera
División.
“Silvino Ruiz era el mánager del Lucana y fue quien lo encaminó
y le hizo saber que tenía cualidades para jugar el shortstop”, contó el
historiador Javier González. “Él jugaba en varias posiciones, en el left field,
en segunda base, hasta que Ruiz se dio cuenta que era muy hábil y muy ágil y lo
puso a jugar en el shortstop a diario”.
Años antes, en 1928, Aparicio fundó, junto con su hermano Ernesto, el equipo Los
Muchachos, en Maracaibo, posteriormente bautizado como Gavilán y después se
convertiría en Gavilanes, un histórico del béisbol zuliano.
En 1936 se
convirtió en el primer venezolano en actuar en el exterior, tras ser firmado por
los Tigres del Licey.
Ese viaje a República Dominicana lo hizo junto con
Narciso “Chingo” Cañón, quien también fue firmado por el Licey, y Jesús
“Manduco” Portillo, ficha de las Estrellas Orientales”.
“El Grande” se
paseaba entre la pelota zuliana y la Liga Central de Primera División, hasta
1946, cuando nació la Liga Venezolana de Béisbol Profesional. Después, se
alternó entre la Lvbp y la Liga Profesional Zuliana.
El 13 de enero de
1946, Aparicio fue el primer bateador oficial en la
historia de la Lvbp. Como campocorto del Magallanes disparó inmediatamente el
primer hit, un batazo ante Carlos Rotjes, del Venezuela, y en el mismo primer
episodio anotaría la primera carrera en el circuito.
Magallanes venció
5-2 con pitcheo completo de Alejandro Carrasquel.
“Algo que nadie nombra
y no le dan crédito es que él fue quien entusiasmó a la gente a jugar el
shortstop”, apuntó González. “Abrió las puertas para que muchos niños quisieran
brillar en esa posición”.
Aunque nunca llegó a jugar en las mayores,
Aparicio Ortega tuvo una oferta de los Senadores de
Washington que no pudo concretar, en 1938. Una de sus varias operaciones por
hernia evitó que enseñara sus dotes en el norte.
No obstante, su hijo
mayor se encargó de llevar su legado al mejor béisbol del mundo, poco después de
saltar al profesional, con Gavilanes, en 1953, en el campeonato
rotatorio.
“Cuando decidí jugar profesional mamá cogió tremenda rabia
porque iba a dejar el colegio, pero papá no me dijo nada”, rememoró Aparicio Montiel. “Solo me dio un consejo: ‘Si vas a ser
jugador profesional no seas nunca el segundo de nadie. Tienes que ser el mejor’.
Y creo que no lo defraudé”.
“El Grande” le dio el testigo al Junior el 18
de noviembre de 1953, el Día de la Chinita, en un duelo a casa llena en el
estadio Olímpico de Maracaibo entre Gavilanes y Pastora.
“En ese estadio
no cabía un alma”, comentó Antonio Núñez Rovira, anotador oficial de ese
compromiso, que no solo marcó el debut del joven Aparicio, sino también la despedida del
“Grande”.
“Yo iba a debutar un día antes, pero cayó un palo de agua y no
se pudo jugar”, describió Aparicio. “Eso me lo tenía
preparado la Chinita. Jugamos un domingo y yo era el primero del line up, por lo
que papá me entregó el bate”.
“Luisito”, tres años después, llegó a las
Grandes Ligas con los Medias Blancas de Chicago, ayudado por Alfonso “Chico”
Carrasquel, su mentor.
“Carrasquelito”, el pionero de los campocortos
criollos en las mayores, también exhibió algunos conocimientos adquiridos en su
amistad con “el viejo” Luis.
“Lo que hacía el
viejo en el campocorto no tenía comparación”, dijo Carrasquel a PANORAMA en
enero de 1971. “Él era un genio en esa posición”.
“Luis era consejero de
todo novato. Siempre les insinuaba algo y les corregía los errores”, agregó.
“Eso daba pie para animarse como yo lo hice”.
“Él fue un asesor de
‘Chico’ Carrasquel”, aseguró Romero, quien vivió durante tres años con la
familia Aparicio Montiel. “En varias oportunidades
fue a la casa y los veía hablando de pelota. Además, fue el gran maestro de
Luisito”.
Gran observador del juego, Aparicio
Ortega siempre fue un maestro, a pesar de ser conocido como “un hombre de pocas
palabras”.
“Papá no hablaba mucho, pero era muy echador de broma”,
reconoce Rafael, el menor de sus hijos. “Era muy
estricto, muy correcto, porque era muy protector, pero también muy echador de
broma y dicharachero”.
“En el béisbol también fue demasiado serio y
observador”, añadió. “Una muestra de eso fue que él fue quien descubrió lo que
hacía Whitey Ford para sacar out a mi hermano en los intentos de
robo”.
“Whitey me tenía fregado”, dijo el inmortal de Cooperstown. “Pero
papá vio un video y notó que hacía un movimiento cuando iba al home y otro a
primera. A partir de eso no me hizo out más nunca”.
Ya retirado, Aparicio Ortega fue coach de Gavilanes y después fundador
de Rapiños cuando un desacuerdo con su hermano lo hizo apartarse de la
organización. Desde allí no se apartó de su hijo y siguió a su lado con
Tiburones de La Guaira y con Águilas del Zulia, club del cual fue el primer
mánager.
“Él fue como un segundo padre para mí”, contó el exgrandeliga
Ángel Bravo. “Cuando Luis y el viejo se fueron a La Guaira, yo me fui con ellos.
Una vez, en una práctica, estaba Enzo Hernández en el campocorto y le dijo a
Graciano Ravelo que le bateara unos rollings, para que Enzo aprendiera cómo se
jugaba allí”.
“El rolling le dio en la punta del pie y cayó en su guante.
Le dije al viejo, ‘eso fue pura suerte’... ¡Y lo volvió a hacer!”.
“Mi
papá todavía me comenta que mi abuelo fue mejor que él”, reconoció Nelson Aparicio, el hijo menor del miembro de Cooperstown.
“Todavía lo considera el mejor de todos”.
Y es que a pesar que un infarto
lo apartó de este mundo el 1 de enero de 1971, su legado se ha transmitido de
generación en generación, pasando por el “Chico”, su hijo, David Concepción,
Oswaldo Guillén, Omar Vizquel, Asdrúbal Cabrera, Elvis Andrus, entre
otros.
Por ello la Lvbp no dudó en aceptar la propuesta de Águilas del
Zulia y jugar a su nombre la campaña 2012-2013 que arranca este 11 de
octubre.
“Esperaba algún reconocimiento a su memoria por los 100 años,
pero no tanto como jugar el campeonato en su nombre”, reconoció su hijo Rafael. “Estoy seguro que papá debe estar bailando en una
pata”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario