Luis Sojo, entonces infielder de los neoyorquinos, contó a PANORAMA cómo vivió la pesadilla del 11 de septiembre hace 10 años y cómo contribuyó en dar un poco de alegría a una ciudad en luto.
La lucha por el banderín divisional y las vacaciones de algunos familiares era lo que ocupaba la mente de Luis Sojo, hace exactamente 10 años, cuando una tragedia sacudió a Nueva York.
Dos días antes de aquel inolvidable y negro 11 de septiembre, el ex grandeliga le preguntó a sus familiares cuál sería el destino turístico a visitar en la Gran Manzana: “¿Las Torres Gemelas o la Estatua de la Libertad?”, preguntó el petareño. Todos prefirieron la segunda opción, sin saber que perderían para siempre la oportunidad de conocer el World Trade Center.
“Estábamos en la casa, en Nueva Jersey, y me llamó un amigo que trabaja con los Yankees y me dijo, ‘prende la televisión, que se acaba de estrellar un avión en las Torres Gemelas’. ¿Y eso cómo fue? ‘No sé, un avión se estrelló ahí’”, recordó Sojo, vía telefónica desde Florida. “En ese momento no se estaba hablando de ataques terroristas. Mientras están anunciando que un avión se había estrellado, dijeron, ‘ahí viene otro’... Entonces, es que empiezan a decir, ‘esto es un ataque terrorista’”.
El caos se apoderó de toda la ciudad, mientras Sojo miraba atónito en la pantalla cómo algunas personas preferían saltar de aquellas enormes torres en llamas, ante el temor de morir calcinados.
“No me imagino el desespero que tenía esa gente que empezó a lanzarse. Cuando cae la primera persona, uno no hallaba para donde correr. Uno lo estaba viendo y no lo creía, porque una vaina tan grande, con tantos pisos, e imaginar el impacto cuando caían”, señaló. “Imagínate, tantos muertos y cómo sucedió... Eso era lo primero que le venía a la mente a uno. Hubo mucha gente que también estuvo ahí, que no podía salir y los bomberos no tuvieron la oportunidad de rescatarla”.
“Fue muy impresionante, porque todo el mundo pensaba que era un incendio, no que las torres se iban a caer, y eso fue un trauma para todos”, acotó. “Recuerdo que Tino Martínez (inicialista de los Yankees), quien vivía en la ciudad, tenía una visión muy buena de lo que estaba pasando y él estuvo viendo todo. Cuando se cae la primera torre, lo primero que hizo fue ir al estacionamiento, agarró su carro y de Nueva York llegó a Tampa. Él dice que no sabe cómo llegó a Tampa de la impresión de ver todo eso”.
La tragedia dejó unos daños irreparables y enlutó a una ciudad llena de vida y que celebraba cada éxito de sus gloriosos Yankees.
“Recuerdo que dos días después hicieron un meeting en el estadio, con Major League Baseball pidiendole opinión a los peloteros y todos lo que querían era estar con su familia, todo el mundo se quería ir para su casa” contó. “Se especuló mucho que la temporada se iba a cerrar y en ese momento te puedes imaginar lo que era montarse en un avión. Eso fue algo muy traumático, porque uno, como pelotero de Grandes Ligas, sale del estadio directo al avión, sin ningún tipo de seguridad”.
No hubo béisbol por una semana, pero el show continuó, y la afición vio en el poderoso club del Bronx, campeón reinante de la Serie Mundial, un bálsamo para escapar del terror.
“Prácticamente todos los días había algo qué hacer dentro del estadio. De repente llegaba el señor de relaciones públicas o el jefe de prensa, hacían un meeting y decían, ‘bueno, señores, allá afuera va a estar una niña que perdió a sus padres, una señora que perdió a su esposo... Todos los días había algo”, rememoró. “Uno tenía que olvidarse de lo que estaba haciendo, que era el béisbol, y ponerse en la piel de ellos, que eran padres de familia, madres de familia, hermanos, hermanas (...) Tú le veías las caras y prácticamente el corazón se te destrozaba, porque uno sabía por lo que estaban pasando”.
“Eso fue prácticamente durante dos meses, porque no pasaba un día en que no fuera un invitado especial, y las cosas que ellos pedían era visitar el Yankee Stadium, porque se comentó que ese era uno de los puntos donde los terroristas querían estrellar los aviones. Para ellos estar ahí con los peloteros y compartir con nosotros era algo especial”.
Fueron días muy duros, en los que Sojo, junto con sus compañeros, sintieron como propio el dolor de los neoyorquinos.
“Cuando la gente llegaba al estadio y uno empezaba a conversar con ellos, apenas hablaban, se les cortaba la voz y empezaban a llorar... Y uno se pegaba atrás con ellos”, destacó el actual mánager de la selección de Venezuela. “Salíamos por grupitos, pero todo el mundo quería tocar a Derek Jeter. Recuerdo que estábamos precisamente Jeter, Mariano (Rivera), Bernie (Williams) y otros dos peloteros más, y había una señora con dos niños y dijeron que a pesar del sufrimiento que habían tenido en las últimas horas, sentían el corazón lleno de felicidad por estar con nosotros ahí. Te puedes imaginar las caras de nosotros, que no podíamos contenernos”.
Sojo, incluso, trató de poner un poquito más de su parte para ayudar en la tragedia. Su amigo Eddie Montalvo, quien fue conguero de la Fania All Stars y de Héctor Lavoe, trabajaba en la compañía de gas de la ciudad y debía acercarse a la zona del desastre para cerrar las llaves de gas, porque querían evitar cualquier otra explosión que empeorara la ya crítica situación.
“Yo le dije, ‘vamos, yo te llevo’. Nos fuimos para allá y cuando íbamos llegando... ‘No, pana, yo para allá no voy’... Me dio nervio”, confesó. “Y yo soy una persona a la que le gusta ayudar a la gente. De una manera u otra, uno busca aportar su granito de arena, pero no pude”.
Pero siguió colaborando, sin saberlo, vistiendo el uniforme a rayas más famoso del mundo. Los Yankees volvieron a casa, por primera vez después del acto terrorista, el 25 de septiembre ante las Mantarrayas de Tampa Bay.
“Recuerdo que el estadio estaba hasta los teque teques. La gente gritaba God Bless America (Dios Bendiga a América), cantaban el himno, habían banderas de Estados Unidos por todos lados. Era un ambiente en el que parecía que América (Estados Unidos) era más sólida, más fuerte, y esas cosas también contagiaban a uno”, explicó.
Ese día, en el séptimo inning, se cambió el canto del popular y alegre Take me out to the ballgame (Llévame al juego de pelota) por el muy emotivo God Bless America.
“En Nueva York, hasta el sol de hoy, en vez del Take me out to the ballgame cantan es el God Bless America. La primera vez que lo cantaron, creo que no hubo ninguna persona que no lloró, ni una persona que no se le enfrió el guarapo, como decimos en Venezuela”, expresó. “Fue un policía (quien cantó) y era hispano, y eso tocó muchos corazones, porque sabemos que muchos bomberos, policías y muchos de los que estaban colaborando (en labores de rescate) eran hispanos”.
“Eso fue un momento muy especial para todos”, agregó. “Cuando estaban cantando God Bless America, la gente se abrazaba. Era algo muy emotivo”.
Y a los mismos peloteros les costó concentrarse en su trabajo durante esos días. En su regreso a casa, los Yankees perdieron, pero aseguraron el título de la División del Este. Esa vez no hubo champaña. Simplemente, apretones de manos y palmadas en la espalda.
“En esa época en el clubhouse siempre había alegría, había música, siempre habían chistes. Era algo que se vivía y se respiraba el ambiente de hermandad, la química del equipo. Hablábamos de por qué necesitábamos ganar una serie, pero en ese momento el clima era pesado”, describió. “Tu veías a la gente y todos estaban como en otro mundo. Tu no querías estar ahí. Uno quería estar en su casa, abrazando a tu familia, abrazando a tus hijos, y en ese momento lo menos que eras era un pelotero. El béisbol era secundario”.
“Pasaron varios días y uno estaba en el terreno y de lo que hablaba era de eso (de la tragedia). Pasaba un avión y lo primero que uno hacía era mirar al cielo. El pelotero no quería estar ahí, pero fueron pasando los días y las cosas se fueron calmando y la mentalidad volvió al béisbol”, añadió. “Pero los primeros días, honestamente, nadie quería estar ahí. Uno quería que se acabara la temporada rápido para ir a la casa, porque eso era una pesadilla y esa era la realidad”.
Pese a todo, los Yankees elevaron el espíritu de la ciudad al llegar a la Serie Mundial, en la que cayeron en siete dramáticos juegos ante los Cascabeles de Arizona.
“Cuando la gente empieza a ir al estadio se olvidaba de la cuestión. Lo que la gente decía era, ‘los Yankees tienen que hacerlo por la ciudad. Los Yankees tienen que darnos esta alegría’”, subrayó. “Y a pesar que llegamos a la Serie Mundial, nosotros sentimos que traicionamos a la ciudad, porque no ganamos”.
Sin embargo, los mulos protagonizaron tres de los más emotivos choques de la historia de la postemporada ante su público, dos de ellos igualados con dramáticos vuelacercas en el noveno inning, con dos outs, por Tino Martínez y Scott Brosius, en el cuarto y quinto choque, respectivamente, y que terminaron en triunfos. Uno de ellos, el cuarto, fue ganado por otro memorable jonrón de Jeter, cuando la Serie Mundial llegó por primera vez a jugarse en noviembre por el retraso que hubo en el calendario tras los ataques.
“Creo que la gente se refugió en los Yankees para olvidar un poco eso. Desde el año 96 estuve yendo a playoffs, a Series Mundiales, pero nunca vi la ciudad tan alborotada y tan feliz como ese año”, manifestó Sojo, quien disputó ese año su última Serie Mundial. “Nosotros éramos la alternativa para darle un poquito de alegría a toda la gente que sufrió en carne propia la pérdida de un familiar, de un ser querido. Los Yankees eran como la alternativa para darle felicidad y tranquilidad a muchos corazones que estaban sufriendo algo tan horrible”.
“Nueva York ha demostrado que es una ciudad sólida, que se ha mantenido a pesar de los desastres y de las cosas negativas”, destacó. “Es una ciudad pujante, una de las más importantes del mundo, y los norteamericanos son unas personas muy perseverantes, muy orgullosas, y cuando se proponen a hacer algo, lo hacen y bien, que es lo más importante”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario