Y eso lo sabe mejor que nadie su esposa, Rosángel Polanco, quien estuvo a su lado durante el anuncio del premio MVP, la noche del jueves, cuando la familia Cabrera celebró por segunda vez en su residencia en Miami.
“En la familia existían los nervios, la incertidumbre, pero podíamos controlar mejor esos nervios en comparación con el año pasado”, señaló Polanco. “Entre nosotros decíamos que, pasara lo que pasara, ya teníamos uno (el MVP de 2012)”.
De los tres finalistas para la distinción, Cabrera, Mike Trout y Chris Davis, el venezolano fue el único en clasificar a la postemporada, lo que le daba una ventaja enorme con respecto a sus rivales. Sin embargo, los Cabrera no se confiaban en el que le trofeo volvería a su casa.
“Sinceramente había momentos que sí dudábamos”, apuntó.
“Este año no había tanto debate ni publicidad como el año pasado (con Trout), pero tampoco era que teníamos la verdad en nuestras manos. Por eso hubo mucho nervio al final”.
De todos, el mismo Cabrera era el único que conservaba la calma, demostrando esa paciencia que lo ha convertido en un dolor de cabeza para todos los lanzadores de las mayores.
“Miguel estaba muy tranquilo, positivo y sereno”, admitió su esposa. “Él siempre está muy positivo por lo que ya tiene y por lo que puede lograr durante el resto de su carrera”.
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